Gas y petroquímica: ¿Caerá el puente perfecto?
Ya queda claro para todos los actores que los precios de las materias primas continuarán deprimidos. Y esto ha tenido su lógica consecuencia en los planes futuros de inversión de las principales empresas mineras y petroleras, todos los cuales están revisados a la baja.
Es difícil, entonces, sostener que la inversión en minería e hidrocarburos, puede ser el motor de crecimiento. Ese “pragmatismo” explica por qué algunos defensores acérrimos de las extractivas ahora miran hacia otros sectores e, incluso, mencionan la necesidad de la diversificación productiva.
Pero el eje central del cambio no debe ser el “pragmatismo” ni, menos, el oportunismo. Es la constatación clara de que el crecimiento con recursos naturales, no solo es temporal, sino que no nos lleva “automáticamente” a niveles de avance en las capacidades humanas ni al aumento de la productividad que sí tiene la industria lo que, a su vez, eleva el empleo de calidad y disminuye la informalidad.
Para eso tiene que haber políticas de Estado –como en el Sudeste Asiático– que las impulsen deliberadamente con actores del empresariado y la sociedad civil. Esto se debió hacer durante los años de bonanza del “super ciclo”. Pero no se hizo y, por eso, puede decirse que la década 2003-2014 fue una década perdida en el avance hacia la diversificación.
Pero eso es leche derramada. Ya fue. Eso no quiere decir olvidar la irresponsable autocomplacencia de nuestros gobernantes y de sus ministros de economía. Pero sí que no podemos perder más tiempo en transformar la economía para ser un país de “ingresos altos” (más de 12,000 dólares anuales per cápita), lo cual según el Banco Mundial nos tomará 13 años de crecimiento al 6.5% anual.
Y es aquí donde aparece en toda su magnitud el Proyecto Integral del Gasoducto Andino y el impulso a la industria petroquímica. En otros artículos (1) nos hemos ocupado del impulso que dará a la Sierra Sur al dotarla de energía barata y abundante (menos contaminante que el petróleo). Pero, sobre todo, se prendería el motor de la industria petroquímica (PQ), a través de un polo en el sur del país. El avance sería muy grande en aprendizaje tecnológico, descentralización, sustitución de importaciones, mayores exportaciones y decenas de miles de empleos con valor agregado a través de la gran industria y, también, de las MYPES.
Lamentablemente, a pesar del avance que significó la buena pro para la construcción del Gasoducto Sur Peruano (GSP) en el 2014, este se encuentra boicoteado por varios frentes, que incluyen al propio gobierno y también a rivales empresariales: el boicot ha llegado a un punto tan alto que está a punto de traérselo abajo.
Terrible porque el uso del gas natural para la petroquímica es el puente perfecto que une a las actividades extractivas con la diversificación productiva. Ni más ni menos. La petroquímica del metano y el etano (ambos presentes en el gas natural) permite la producción de fertilizantes y plásticos (para solo mencionar dos industrias), de los cuales hoy en día carecemos.
Pero sucede que la oferta de gas no está garantizada porque no se sabe donde irán los 3.7 TCF de reservas probables de la estatal china CNPC en el Lote 58 (ellos son los dueños de la molécula). De otro lado, hay un (1) TCF del Lote 88 que debe ser plasmado en contrato entre Electroperú y el Consorcio Camisea. Ya pasó un año y nada.
Igual con las adendas que necesita el Consorcio GSP para pedir préstamos a los bancos. El MINEM se los ha negado después de meses de negociaciones y ahora dicen que eso lo decidirá un banco de inversión. A lo que se suman las campañas de Peru.21 y Manuel Romero Caro en contra del proyecto. Aquí toda excusa y elucubración es buena. Y van avanzando.
La fresa de la torta es que el MINEM desactivó la Comisión Multisectorial y dejó de promover la PQ, suponiendo (en el mejor de los casos) que es tarea de los privados, donde el Estado no se debe meter. Error. Las industrias nacientes se promueven. No nacen espontáneamente. Así lo demuestran todas las experiencias económicas recientes, incluida la del Lote 88 a principios de la década pasada.
Entonces, ¿por qué paralizar este proyecto puente entre el uso de los recursos naturales del siglo XIX y la industria del siglo XXI. ¿Por qué este caballo de batalla de inicios del gobierno de Ollanta Humala está tan amenazado?
Esto se debe a que, desde el inicio, hubo una pugna dentro del gobierno. El proyecto inicial fue, primero, demorado. Luego, cambiado, por el tristemente célebre etanoducto costero. Con la llegada del ministro Mayorga el proyecto retomó impulso y se otorgó la buena pro en el 2014. Pero desde su salida, todo es retroceso y podemos decir que los lobbies –dentro y fuera del gobierno– están logrando su objetivo: que el proyecto lo revise el gobierno que viene. Y si son ellos, se lo tumban.
Último punto: en Cusco y el sur del Perú hay gran escepticismo y desconfianza de la población, lo que pude constatar en directo, con ocasión de la gira de Verónika Mendoza. Muchos piensan que no habrá gasoducto, que no hay reservas de gas, que no habrá petroquímica, pues no están decididas las locaciones en Mollendo o Ilo, que no es posible renegociar los contratos porque son contratos-ley. Y así.
Eso es producto de la enorme frustración por las promesas incumplidas de Ollanta Humala. Sobre todo en Cusco, donde arrasó con más del 80% de los votos. La reversión del escepticismo y la desconfianza no será fácil. Pero es la tarea de la hora porque los peruanos necesitamos ese puente al siglo XXI.